miércoles, 4 de febrero de 2015

Las Trincheras

La Experiencia de las Trincheras.



A partir de finales de 1914 los planes de guerra habían sido un fracaso y habían provocado cientos de miles de muertos y heridos. Los alemanes no habían podido tomar París, aniquilar el ejército francés u ocupar los puertos del canal de la Mancha. Los franceses y los británicos tampoco habían liberado el norte de Francia y Bélgica o reconquistado Alsacia-Lorena, y su enemigo seguía reforzando las defensas.

Aparecieron las trincheras, que son un resumen dela I Guerra Mundial.



“El ejército alemán tenía tres veces más suboficiales que el francés, y sus pertrechos estaban mejor adaptados a las necesidades de la guerra moderna. Los picos y las palas necesarios para la construcción de trincheras eran un elemento habitual en él y los soldados estaban adiestrados para emplearlos. 





“Una y otra vez, tanto en el este como en el oeste, las ofensivas de uno y otro bando perdieron intensidad y tuvieron que ser interrumpidas debido al terrible número de bajas sufridas. Las fuerzas atacantes se encontraban siempre con problemas similares en el territorio enemigo.



“El uso de las trincheras en una guerra con armamento industrial no era una novedad absoluta, ya que durante la guerra ruso-japonesa de 1904-1905 se habían empleado combinadas con algunos de los avances tecnológicos modernos, pero en ningún caso llegó a alcanzar el protagonismo que adquirió desde el otoño de 1914 en el frente occidental


“Los hombres comían en medio de aquella suciedad. Había tres refrigerios diarios y la ración oficial del ejército británico constaba de 570 gramos de carne fresca o 450 en conserva, 570 gramos de pan, 115 gramos de tocino, 85 gramos de queso y 225 gramos de hortalizas frescas o 60 secas al día.


“A los pocos meses de comenzar la guerra, la tierra de nadie estaba ya colmada de cadáveres que no podían ser recogidos por ninguno de los bandos. Su sola contemplación era espeluznante, como si de una premonición sobre el propio futuro se tratase.

LOS PELUDOS


“La suciedad también se extendía a los propios cuerpos de los soldados. La imposibilidad de un aseo frecuente hizo que los piojos y otros parásitos afectasen a todos los contendientes por igual. Espulgar la ropa y a sí mismos formaba parte de la labor cotidiana de los soldados, había incluso despiojadores profesionales en las trincheras de apoyo que se encargaban de eliminar los parásitos de las prendas





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