Adiós a la querra
¡Jamás, señora Müller! Soy una carne de cañón sana de pies a cabeza y en los momentos en que a Austria le van las cosas mal todos los inválidos tienen que estar en su lugar. Haga el café y no se preocupe.
Y mientras la señora Müller, llorosa y excitada, colaba el café, el valeroso soldado Schwejk cantaba en su cama:
Bajo la impresión del terrible canto de guerra la asustada señora Müller olvidó el café. Temblando y consternada oyó al valeroso soldado Schwejk, que seguía cantando en su cama:
Virgen Santa, te ruego nos ayudes
a pasar los fuertes puentes de Piamonte.
¡Hop, hop, hop.!
En Solferino una batalla se libro
y en abundancia la sangre allí corrió.
¡Hop, hop, hop!
La roja sangre a las rodillas llegó
pues bravo el dieciocho combatió.
¡Hop, hop, hop!
¡No temáis los peligros, compañeros,
pues ya vienen la paga a traeros!
¡Hop, hop, hop!
Tempestades de acero (en alemán: In Stahlgewittern), narra lasmemorias del oficial alemán Ernst Jünger en el frente occidental durante laprimera guerra mundial. Fue publicada originalmente de modo privado en 1920, siendo uno de los primeros testimonios personales sobre la guerra en aparecer
El tren paró en Bazancourt, pueblo de Champaña. Nos apeamos. Con un respeto incrédulo escuchamos atentamente los lentos compases de la laminadora del frente, una melodía que había de convertirse por largos años en algo habitual para nosotros. Allá muy lejos se diluía en el cielo gris de diciembre la bola blanca de una granada de metralla, un shrapnel.
Emigró de niño a Barcelona junto a sus padres, pese a lo cual siempre se mantuvo en contacto con su localidad natal. En 1903 comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Barcelona, impulsado por el deseo paterno de que ganase una notaría. Más tarde se matriculó en la Facultad de Letras, su verdadera vocación. Vivió unos meses en Madrid, donde se doctoró en 1908. Allí tuvo la oportunidad de tratar a diversas figuras de la época, como Bonilla y San Martín –su querido maestro–, Ramón y Cajal, Luis Simarro, Unamuno, Galdós y a Valle-Inclán.
Inició su carrera periodística en lengua catalana, en La Veu de Catalunya, la revista de la Lliga Regionalista. En 1911 comenzó a trabajar en el Institut d'Estudis Catalans, fundado poco antes por Prat de la Riba. En la capital francesa, donde se había trasladado para profundizar sus conocimientos, vivió el estallido de la Gran Guerra,
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